![]() |
Imagen de Soledad Hott |
El desarrollo
del ser humano es un proceso con un ritmo particular de cada niño que debe respetarse. Hay niños que logran cosas antes y
otros las logran después. Esto no significa otra cosa más que cada uno tiene
sus propios tiempos. Un niño no es más inteligente por aprender a hablar antes
que otro ni es necesariamente más hábil porque camine antes.
La socialización
es uno de esos procesos que al igual que el caminar y el habla, los padres muchas veces buscamos estimular y acelerar, pensando que el niño
desde muy pequeño "necesita" estar con otros niños o adultos. Esta
creencia frecuentemente nos puede empujar a llevarlos desde muy pequeños a
centros, nidos y clases pensando que lo que necesitan es estar rodeados de
otros niños para que por ej. aprenda a compartir.
La primera
figura con la que el niño aprende a "socializar" es con su madre. Con
ella establece, idealmente un vínculo de apego dentro del cual desde bebé se
siente contenido, cuidado, seguro y satisfecho en sus necesidades tanto
físicas como afectivas. Estas experiencias vinculares tempranas serán de vital
importancia para su desarrollo emocional futuro y serán, en buena parte, la
forma en que aprenda a relacionarse con los otros, consigo mismo y con la vida.
Por ello es de suma importancia hacer una pausa para cuestionarnos la manera en
que nos estamos vinculando con nuestros hijos, porque mientras ellos son
pequeños es mucho lo que se puede hacer para ayudarlos a sentar las bases para
un desarrollo saludable.
![]() |
Imagen de Elbebe.com |
Hacia los 3 años
de edad el niño ya está un poco más maduro e interesado en otros niños, lugares
y juguetes novedosos. No obstante, empezar a frecuentar un entorno desconocido para
él (como por ej. el nido o el colegio) con gente nueva, es una experiencia
emocionante pero a la vez complicada en la cual necesitará de nuestro
acompañamiento hasta que se sienta cómodo e identifique quiénes son sus nuevas
figuras de cuidado en ese lugar. En este sentido, los maestros van a jugar un
rol importantísimo acompañándolos y sosteniéndolos en estas experiencias nuevas
donde no todos los niños serán necesariamente amables o simpáticos y el niño
se dará cuenta de que ya no es el centro de atención como lo era antes en casa. Todas estas experiencias vividas en el momento adecuado y con adultos
amorosos y cuidadosos son muy positivas para el desarrollo tanto emocional como
cognitivo y físico.
Cuando los niños
son pequeños hasta más o menos los 2 años juegan solos, es lo que se conoce
como "juego autista o egocéntrico". Alrededor de los dos a tres años el niño tiene el llamado "juego
paralelo", es decir, juega
acompañado de otro niño pero no juega realmente con él. Recién hacia los 4 años
viene el llamado "juego colaborador" donde un niño tiene un
intercambio sostenido en el juego con otro niño. Es importante poder acompañar
a nuestros hijos en estas etapas del desarrollo y la mejor manera de hacerlo
es respetándolas y confiando en su ciclo natural. Un niño para poder aprender a
compartir necesita primero poseer, sentir que esto es "mío, mío". Para
reconocer al otro necesita primero reconocerse, autoafirmarse y equiparse
internamente a sí mismo.
Finalmente, los
niños que han sido mirados, atendidos y cuidados amorosamente por sus padres
cuando eran pequeños son niños que muy probablemente demandarán menos atención luego porque están equipados internamente de
suficientes "sentimientos maternales" (L. Emanuel) que los ayudarán a
resistir un poco más antes de seguir demandando. A esos niños también les será
más fácil compartir con otros niños y ser gentiles con ellos porque habrán
vivido esas experiencias dentro de un vínculo amoroso de confianza y seguridad con
sus padres.
Minosha Casabonne
Psicóloga y Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres
No hay comentarios:
Publicar un comentario