miércoles, 27 de noviembre de 2013

El Juego Libre


Imagen de Soledad Hott
En un mundo como el de hoy donde todo va tan rápido, donde se nos exige tanto,  y donde estamos inundados de estímulos de todo tipo, a veces es difícil hacer una pausa para pensar cómo esa velocidad está afectando a nuestros niños. Si miramos atrás unos cuantos años, es sorprendente cuan distintas eran las cosas en ese sentido: Al nido no se iba antes de los 3 o 4 años, entrábamos al colegio a los 5 y todo el tiempo previo se pasaba naturalmente, en casa jugando.

Ahora la cosas han cambiado mucho, a los niños desde muy pequeñitos se les manda a estimulación temprana, empiezan el nido después del año, entran al colegio a los 3 o 4 años, van a clases y terapias;  y luego de todo eso, el tiempo y las energías que les queda para jugar después de un día tan largo son escazas. ¿Que nos ha traído hasta acá? ¿En qué momento la niñez se ha desvirtuado al punto que el juego que es una actividad vital para el desarrollo físico y emocional del niño ha quedado tan devaluado?

Los niños desde que son bebés tienen una tendencia natural al descubrimiento de sí mismos y del mundo que los rodea a través del juego. 

"Así como la personalidad del adulto se desarrolla, mediante las experiencias que va teniendo a lo largo de la vida, la personalidad de los niños se desarrolla mediante el juego, sea este autónomo o con otros niños o adultos" Donald Winnicott.

El juego es para el niño la manera en que elabora miedos y ansiedades, en que desarrolla la creatividad, en la que aprende a estar solo, y por excelencia la forma de encuentro consigo mismo. Para un bebé recién nacido, todo lo que lo rodea está por descubrirse ¿quién es su mamá y cómo es?, ¿cómo es su cuerpo?, ¿qué son los sonidos de su alrededor?, ¿de qué se tratan los objetos que lo rodean?.  Sin embargo, por  algún motivo, los adultos pensamos que ellos se aburren y desde que son muy pequeñitos nos encargamos de que siempre haya alguien que los estimule y los entretenga, que les mueva la sonaja, que le dé cuerda al móvil, que los pasee o que les juegue; dejándolos nuevamente sin tiempo ni espacio para ir descubriendo/se a su ritmo. 

La pregunta que quizá los padres tendríamos que hacernos es ¿los bebés y los niños necesitan de tanto estímulo? Definitivamente no, lo que un niño necesita en este aspecto, es calma, respeto por sus propios ritmos, pocos objetos a la vez y una compañía respetuosa y no intrusiva (lo cual muchísimas veces significa estar presente en su juego sin intervenir) y finalmente necesita algo que escasea en el mundo actual: Tiempo, tiempo de juego. Los adultos actualmente vivimos enfocados en los logros y quizá por eso metemos a los niños a tantas clases desde que son pequeños, para que logren cosas. Sin embargo olvidamos que para obtener logros hay un proceso que inevitablemente necesita de tiempo. Para los niños mientras más pequeños son, por el contrario de los adultos,  el logro es lo menos importante, éste es la consecuencia de un proceso que viven y disfrutan y que muchas veces los adultos buscamos apresurar sin tener en cuenta que los resultados pueden ser contraproducentes. Hay que acordarnos siempre que mientras los adultos vivimos enfocados en los logros futuros, los niños viven el presente, o sea el proceso.

Imagen de Citabebe
El juego para el niño, no tiene nada de juego, es un asunto muy serio y es además la mejor forma de aprender. Si nos tomamos el tiempo de observar con atención a nuestros niños, nos daremos cuenta de que aprenden muchísimas cosas sin que nadie se las enseñe, y entonces nos preguntamos ¿pero cómo sabe eso si nadie se lo ha enseñado? De seguro lo ha hecho en su tiempo de juego. Los aprendizajes más profundos se dan mediante el descubrimiento y la exploración, que en el caso de los niños es gran parte del juego.

A veces los adultos tenemos una tendencia casi automática a sentir que tenemos que enseñarles cosas a nuestros hijos, que tenemos que explicarles el mundo y los objetos constantemente y no les permitimos descubrirlos a su ritmo, en parte porque para permitírselo hay que esperar y en un mundo tan acelerado como el de hoy por momentos pareciera que hemos perdido la capacidad para esperar. Hagamos un simple ejercicio: Démosle un objeto a un niño que sea desconocido para él, no le expliquemos nada, démosle el tiempo de que lo vaya explorando y descubriendo solo y observemos. Si tenemos la calma y la tolerancia para hacerlo, nos daremos cuenta que la cantidad de tiempo que el niño se queda entretenido e interesado por el objeto es mucho mayor que si se lo explicamos y le decimos para qué sirve.

Los niños disfrutan desde bebés descubriendo solos, creando sus propios juegos, sin que nadie les diga cómo son las cosas, para qué sirven, cómo deben de usarse o por último, cómo deben jugar. Nadie sabe mejor acerca de su juego que ellos mismos. Si nos ponemos a pensar que el juego es el vehículo por excelencia del niño para conectarse con su mundo interno, entonces, ¿lo natural no sería que ellos dirijan su propio juego? ¿que jueguen a lo que su creatividad les dicte y a lo que ellos necesiten jugar? y ¿que los adultos, mas bien tomemos un poco de distancia y dejemos de dirigirles el juego siempre, que dejemos de jugarles todo el tiempo? Al tener un adulto que está permanentemente entreteniéndolos les estamos truncando la posibilidad de aprender a usar su propia cabeza, de desarrollar sus propios recursos y su creatividad. Por eso, cuando un niño está jugando, están pasando cosas tan importantes dentro suyo que vale la pena no interrumpirlo, es un tiempo privilegiado y un aprendizaje que se llevará para el resto de su vida, por eso cuando decimos que "el juego es un asunto muy serio" es muy en serio!


Imagen de Soledad Hott
Sin duda, muchas veces lo hijos piden y necesitan jugar con sus padres y entonces, este se convierte en un momento muy importante de encuentro para ambos, de disfrute e intercambio mutuo que enriquece la relación y los recarga. Hay adultos a los que les resulta más fácil conectarse con el juego, hay otros que les cuesta más, pero vale la pena hacer una pausa y darse el tiempo para hacerlo ya que este, también es un momento de encuentro privilegiado con nuestros hijos donde ellos nos hablan de sí mismos y nos expresan muchas cosas que a veces no encuentran otra forma de expresar y donde. Finalmente, padres e hijos se quedan recargados el uno del otro. Sin embargo, esto no quiere decir que el niño necesite tener a un adulto que lo entretenga todo el tiempo, una cosa no es excluyente de la otra.

Quizá valga la pena que los padres hagamos una pausa y re distribuyamos el tiempo de juego de y con nuestros hijos en el lugar que realmente le corresponde, y así como no permitimos que falten al nido o al colegio, tampoco tendríamos que permitir que el tiempo libre que tienen en el día para jugar se vea interrumpido por nada. Vale la pena que tengamos siempre en cuenta que la televisión, la tablet, el ipad o el teléfono, no reemplazan el juego activo de ninguna manera, solamente dejan sus mentes suspendidas "colgadas" a la espera de un tiempo para seguir elaborando sus propias cosas, para seguir jugando.


Minosha Casabonne
Psicóloga y Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres 




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