En un mundo como
el de hoy donde todo va tan rápido, donde se nos exige tanto, y donde estamos inundados de estímulos de
todo tipo, a veces es difícil hacer una pausa para pensar cómo esa velocidad
está afectando a nuestros niños. Si miramos atrás unos cuantos años, es
sorprendente cuan distintas eran las cosas en ese sentido: Al nido no se iba antes
de los 3 o 4 años, entrábamos al colegio a los 5 y todo el tiempo previo se
pasaba naturalmente, en casa jugando.
Ahora la cosas
han cambiado mucho, a los niños desde
muy pequeñitos se les manda a
estimulación temprana, empiezan el nido después del año, entran al colegio a
los 3 o 4 años, van a clases y terapias; y luego de todo eso, el tiempo y las energías
que les queda para jugar después de un
día tan largo son escazas. ¿Que nos ha traído hasta acá? ¿En qué momento la
niñez se ha desvirtuado al punto que el juego que es una actividad vital para
el desarrollo físico y emocional del niño ha quedado tan devaluado?
Los niños desde que
son bebés tienen una tendencia natural al descubrimiento de sí mismos y del mundo que los rodea a través del juego.
"Así como la personalidad del adulto se desarrolla, mediante las experiencias que va teniendo a lo largo de la vida, la personalidad de los niños se desarrolla mediante el juego, sea este autónomo o con otros niños o adultos" Donald Winnicott.
El juego es para el niño la manera en que elabora miedos y ansiedades, en que desarrolla la creatividad, en la que aprende a estar solo, y por excelencia la forma de encuentro consigo mismo. Para un bebé recién nacido, todo lo que lo rodea está por descubrirse ¿quién es su mamá y cómo es?, ¿cómo es su cuerpo?, ¿qué son los sonidos de su alrededor?, ¿de qué se tratan los objetos que lo rodean?. Sin embargo, por algún motivo, los adultos pensamos que ellos se aburren y desde que son muy pequeñitos nos encargamos de que siempre haya alguien que los estimule y los entretenga, que les mueva la sonaja, que le dé cuerda al móvil, que los pasee o que les juegue; dejándolos nuevamente sin tiempo ni espacio para ir descubriendo/se a su ritmo.
"Así como la personalidad del adulto se desarrolla, mediante las experiencias que va teniendo a lo largo de la vida, la personalidad de los niños se desarrolla mediante el juego, sea este autónomo o con otros niños o adultos" Donald Winnicott.
El juego es para el niño la manera en que elabora miedos y ansiedades, en que desarrolla la creatividad, en la que aprende a estar solo, y por excelencia la forma de encuentro consigo mismo. Para un bebé recién nacido, todo lo que lo rodea está por descubrirse ¿quién es su mamá y cómo es?, ¿cómo es su cuerpo?, ¿qué son los sonidos de su alrededor?, ¿de qué se tratan los objetos que lo rodean?. Sin embargo, por algún motivo, los adultos pensamos que ellos se aburren y desde que son muy pequeñitos nos encargamos de que siempre haya alguien que los estimule y los entretenga, que les mueva la sonaja, que le dé cuerda al móvil, que los pasee o que les juegue; dejándolos nuevamente sin tiempo ni espacio para ir descubriendo/se a su ritmo.
La pregunta que
quizá los padres tendríamos que hacernos es ¿los bebés y los niños necesitan
de tanto estímulo? Definitivamente no, lo que un niño necesita en este aspecto,
es calma, respeto por sus propios ritmos, pocos objetos a la vez y una compañía
respetuosa y no intrusiva (lo cual muchísimas veces significa estar presente en
su juego sin intervenir) y finalmente necesita algo que escasea en el mundo
actual: Tiempo, tiempo de juego. Los adultos actualmente vivimos enfocados en
los logros y quizá por eso metemos a los niños a tantas clases desde que son
pequeños, para que logren cosas. Sin embargo olvidamos que para obtener logros hay un proceso que inevitablemente necesita de
tiempo. Para los niños mientras más pequeños son, por el contrario de los
adultos, el logro es lo menos
importante, éste es la consecuencia de un proceso que viven y disfrutan y que
muchas veces los adultos buscamos apresurar sin tener en cuenta que los
resultados pueden ser contraproducentes. Hay que acordarnos siempre que
mientras los adultos vivimos enfocados en los logros futuros, los niños viven
el presente, o sea el proceso.
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Imagen de Citabebe |
A veces los
adultos tenemos una tendencia casi automática a sentir que tenemos que
enseñarles cosas a nuestros hijos, que tenemos que explicarles el mundo y los
objetos constantemente y no les permitimos descubrirlos a su ritmo, en parte
porque para permitírselo hay que esperar y en un mundo tan acelerado como el de
hoy por momentos pareciera que hemos perdido la capacidad para esperar. Hagamos
un simple ejercicio: Démosle un objeto a un niño que sea desconocido para él,
no le expliquemos nada, démosle el tiempo de que lo vaya explorando y
descubriendo solo y observemos. Si tenemos la calma y la tolerancia para
hacerlo, nos daremos cuenta que la cantidad de tiempo que el niño se queda
entretenido e interesado por el objeto es mucho mayor que si se lo explicamos y
le decimos para qué sirve.
Los niños
disfrutan desde bebés descubriendo solos, creando sus propios juegos, sin que
nadie les diga cómo son las cosas, para qué sirven, cómo deben de usarse o por
último, cómo deben jugar. Nadie sabe mejor acerca de su juego que ellos mismos.
Si nos ponemos a pensar que el juego es el vehículo por excelencia del niño
para conectarse con su mundo interno, entonces, ¿lo natural no sería que ellos
dirijan su propio juego? ¿que jueguen a lo que su creatividad les dicte y a lo
que ellos necesiten jugar? y ¿que los adultos, mas bien tomemos un poco de
distancia y dejemos de dirigirles el juego siempre, que dejemos de jugarles
todo el tiempo? Al tener un adulto que está permanentemente entreteniéndolos
les estamos truncando la posibilidad de aprender a usar su propia cabeza, de
desarrollar sus propios recursos y su creatividad. Por eso, cuando un niño está
jugando, están pasando cosas tan importantes dentro suyo que vale la pena no
interrumpirlo, es un tiempo privilegiado y un aprendizaje que se llevará para
el resto de su vida, por eso cuando decimos que "el juego es un asunto muy
serio" es muy en serio!
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Imagen de Soledad Hott |
Quizá valga la
pena que los padres hagamos una pausa y re distribuyamos el tiempo de juego de y
con nuestros hijos en el lugar que realmente le corresponde, y así como no
permitimos que falten al nido o al colegio, tampoco tendríamos que permitir que
el tiempo libre que tienen en el día para jugar se vea interrumpido por nada.
Vale la pena que tengamos siempre en cuenta que la televisión, la tablet, el ipad
o el teléfono, no reemplazan el juego activo de ninguna manera, solamente dejan
sus mentes suspendidas "colgadas" a la espera de un tiempo para seguir
elaborando sus propias cosas, para seguir jugando.
Minosha Casabonne
Psicóloga y Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres
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