miércoles, 27 de noviembre de 2013

"No pasó nada"

Pensemos por un rato en una típica escena cotidiana: Un niño está corriendo y de pronto se tropieza, cae al piso, se golpea y rompe a llorar porque le duele y está asustado. Su mamá va inmediatamente y en el camino, casi por inercia, le va diciendo "no paso nadaaaaa", pero.... ¿realmente no pasó nada? ¡claro que pasó! Se ha caído y se ha golpeado, llora porque le duele y está asustado porque no entiende bien qué pasó. 
Imagen de Edukame 

Los adultos respondemos diciéndole que todo aquello que siente y que sucedió "no pasó", ¿acaso no es esto un poco confuso? Incluso en algunos casos, si sigue llorando, optamos por entretenerlo con algo que le resulte atractivo para que así deje de llorar, ¿por qué hacemos esto? 

Lo hacemos porque su llanto expresa sufrimiento y nos da pena verlos sufrir, pero en buena parte también lo hacemos porque somos intolerantes al dolor y pensamos que sufrir es "malo". Sin embargo, el dolor, el miedo, la tristeza, la rabia son sensaciones y emociones tan parte de la vida, y por ende tan inevitables, como la alegría y el placer. Es saludable para el desarrollo emocional de los niños que les demos el espacio para expresarlas y que puedan encontrar en nosotros unos adultos empáticos y receptivos que los ayuden a digerir e integrar las diferentes experiencias de la vida, tengan éstas el matiz que tengan.

Minosha Casabonne
Psicóloga y Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres

Malcriados

"Eres un malcriado"  "Niño malo"   "Así no te quiero"   "Eres insoportable"
                                                                                                
 Imagen de TrigoSanto

Todos los niños de vez en cuando se portan mal, son ruidosos, hacen pataletas, desobedecen, esto es parte de su naturaleza de ser niños y de un desarrollo normal. Somos los adultos los que muchas veces frente a cualquiera de estas expresiones reaccionamos de manera intolerante e impulsiva. Entonces ¿es el niño el malcriado o el adulto el intolerante? ¿es el niño el insoportable o el adulto el impulsivo?

Hagamos una pausa y mirémonos antes de reaccionar, a veces somos los padres los grandes-malcriados.

Minosha Casabonne
Psicóloga y Psicoterapeuta 
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres 

Las experiencias de los primeros vínculos en el establecimiento de las relaciones futuras


En el camino de la crianza de nuestros hijos, es importante que tengamos en cuenta que los aprendizajes que realmente dejan huella en sus mentes son aquellos que se viven a través de las experiencias que van teniendo en el vínculo con sus padres desde su nacimiento y a lo largo de su desarrollo. No es posible enseñarle a un niño a no  gritar ni maltratar al otro si nosotros como padres somos maltratadores y gritones entre nosotros y con nuestros hijos. Esta forma en la que se sienten tratados será la manera en que ellos traten a los demás y a sí mismos, para bien o para mal. Si un niño se siente respetado por sus padres, es respetuoso con ellos, si vé que papá y mamá se respetan, es mucho más probable que incorpore el valor "respeto" en su vida que un niño que vive lo contrario. Por ello es importante que nosotros como adultos tengamos la capacidad de revisar la forma en que nos estamos vinculando con nuestros hijos y con los demás  ya que muchas veces, de manera inconsciente, repetimos con ellos aquellas cosas que precisamente nos resultaron muy difíciles en el vinculo con nuestros padres.
Imagen de Mónica Lopez

Nuestros amigos pueden ser grandes compañeros en el camino de la vida, con los cuales vamos a entablar relaciones fértiles, constructivas, respetuosas y tolerantes, pero estos valores que queremos inculcarles a nuestros hijos van más allá de las palabras, los cuentos y las explicaciones. La manera en que nos relacionamos con ellos marcará la pauta en la forma en que se relacionarán en el futuro con sus amigos y luego con sus parejas, hijos, jefes etc.



Minosha Casabonne
Psicóloga y Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres 


El proceso de socialización de los niños



Imagen de Soledad Hott 
En el exigente y acelerado mundo de hoy, los padres muchas veces nos vemos empujados a intentar acelerar procesos en nuestros hijos sin pensar que podríamos estarlos presionando a lograr objetivos para los cuales no están preparados cognitiva, neurológica ni emocionalmente.

El desarrollo del ser humano es un proceso con un ritmo particular de cada niño que debe  respetarse. Hay niños que logran cosas antes y otros las logran después. Esto no significa otra cosa más que cada uno tiene sus propios tiempos. Un niño no es más inteligente por aprender a hablar antes que otro ni es necesariamente más hábil porque camine antes.

La socialización es uno de esos procesos que al igual que el caminar y el habla, los padres muchas veces buscamos estimular y acelerar, pensando que el niño desde muy pequeño "necesita" estar con otros niños o adultos. Esta creencia frecuentemente nos puede empujar a llevarlos desde muy pequeños a centros, nidos y clases pensando que lo que necesitan es estar rodeados de otros niños para que por ej. aprenda a compartir.

La primera figura con la que el niño aprende a "socializar" es con su madre. Con ella establece, idealmente un vínculo de apego dentro del cual desde bebé se siente contenido, cuidado, seguro y satisfecho en sus necesidades tanto físicas como afectivas. Estas experiencias vinculares tempranas serán de vital importancia para su desarrollo emocional futuro y serán, en buena parte, la forma en que aprenda a relacionarse con los otros, consigo mismo y con la vida. Por ello es de suma importancia hacer una pausa para cuestionarnos la manera en que nos estamos vinculando con nuestros hijos, porque mientras ellos son pequeños es mucho lo que se puede hacer para ayudarlos a sentar las bases para un desarrollo saludable.

Imagen de Elbebe.com

A veces pensamos que nuestros hijos necesitan estar rodeados de muchos estímulos, personas y objetos cuando en realidad, a veces somos los adultos los que lo necesitamos y no el niño.  Debemos siempre tener cuidado de no confundir nuestras propias necesidades con las de un niño pequeño. Un niño pequeño lo que necesita es estar en un entorno conocido, con una persona claramente identificada por él como una figura de cuidado, con todas sus necesidades físicas y afectivas cubiertas. Necesita un lugar donde pueda moverse libremente y explorar el mundo a su ritmo y con algunos objetos interesantes para descubrir.

Hacia los 3 años de edad el niño ya está un poco más maduro e interesado en otros niños, lugares y juguetes novedosos. No obstante, empezar a frecuentar un entorno desconocido para él (como por ej. el nido o el colegio) con gente nueva, es una experiencia emocionante pero a la vez complicada en la cual necesitará de nuestro acompañamiento hasta que se sienta cómodo e identifique quiénes son sus nuevas figuras de cuidado en ese lugar. En este sentido, los maestros van a jugar un rol importantísimo acompañándolos y sosteniéndolos en estas experiencias nuevas donde no todos los niños serán necesariamente amables o simpáticos y el niño se dará cuenta de que ya no es el centro de atención como lo era antes en casa. Todas estas experiencias vividas en el momento adecuado y con adultos amorosos y cuidadosos son muy positivas para el desarrollo tanto emocional como cognitivo y físico.   

Cuando los niños son pequeños hasta más o menos los 2 años juegan solos, es lo que se conoce como "juego autista o egocéntrico". Alrededor de los dos a tres años el niño tiene el llamado "juego paralelo", es decir, juega acompañado de otro niño pero no juega realmente con él. Recién hacia los 4 años viene el llamado "juego colaborador" donde un niño tiene un intercambio sostenido en el juego con otro niño. Es importante poder acompañar a nuestros hijos en estas etapas del desarrollo y la mejor manera de hacerlo es respetándolas y confiando en su ciclo natural. Un niño para poder aprender a compartir necesita primero poseer, sentir que esto es "mío, mío". Para reconocer al otro necesita primero reconocerse, autoafirmarse y equiparse internamente a sí mismo.

Finalmente, los niños que han sido mirados, atendidos y cuidados amorosamente por sus padres cuando eran pequeños son niños que muy probablemente demandarán menos atención luego porque están equipados internamente de suficientes "sentimientos maternales" (L. Emanuel) que los ayudarán a resistir un poco más antes de seguir demandando. A esos niños también les será más fácil compartir con otros niños y ser gentiles con ellos porque habrán vivido esas experiencias dentro de un vínculo amoroso de confianza y seguridad con sus padres.


Minosha Casabonne
Psicóloga y Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres 



El Juego Libre


Imagen de Soledad Hott
En un mundo como el de hoy donde todo va tan rápido, donde se nos exige tanto,  y donde estamos inundados de estímulos de todo tipo, a veces es difícil hacer una pausa para pensar cómo esa velocidad está afectando a nuestros niños. Si miramos atrás unos cuantos años, es sorprendente cuan distintas eran las cosas en ese sentido: Al nido no se iba antes de los 3 o 4 años, entrábamos al colegio a los 5 y todo el tiempo previo se pasaba naturalmente, en casa jugando.

Ahora la cosas han cambiado mucho, a los niños desde muy pequeñitos se les manda a estimulación temprana, empiezan el nido después del año, entran al colegio a los 3 o 4 años, van a clases y terapias;  y luego de todo eso, el tiempo y las energías que les queda para jugar después de un día tan largo son escazas. ¿Que nos ha traído hasta acá? ¿En qué momento la niñez se ha desvirtuado al punto que el juego que es una actividad vital para el desarrollo físico y emocional del niño ha quedado tan devaluado?

Los niños desde que son bebés tienen una tendencia natural al descubrimiento de sí mismos y del mundo que los rodea a través del juego. 

"Así como la personalidad del adulto se desarrolla, mediante las experiencias que va teniendo a lo largo de la vida, la personalidad de los niños se desarrolla mediante el juego, sea este autónomo o con otros niños o adultos" Donald Winnicott.

El juego es para el niño la manera en que elabora miedos y ansiedades, en que desarrolla la creatividad, en la que aprende a estar solo, y por excelencia la forma de encuentro consigo mismo. Para un bebé recién nacido, todo lo que lo rodea está por descubrirse ¿quién es su mamá y cómo es?, ¿cómo es su cuerpo?, ¿qué son los sonidos de su alrededor?, ¿de qué se tratan los objetos que lo rodean?.  Sin embargo, por  algún motivo, los adultos pensamos que ellos se aburren y desde que son muy pequeñitos nos encargamos de que siempre haya alguien que los estimule y los entretenga, que les mueva la sonaja, que le dé cuerda al móvil, que los pasee o que les juegue; dejándolos nuevamente sin tiempo ni espacio para ir descubriendo/se a su ritmo. 

La pregunta que quizá los padres tendríamos que hacernos es ¿los bebés y los niños necesitan de tanto estímulo? Definitivamente no, lo que un niño necesita en este aspecto, es calma, respeto por sus propios ritmos, pocos objetos a la vez y una compañía respetuosa y no intrusiva (lo cual muchísimas veces significa estar presente en su juego sin intervenir) y finalmente necesita algo que escasea en el mundo actual: Tiempo, tiempo de juego. Los adultos actualmente vivimos enfocados en los logros y quizá por eso metemos a los niños a tantas clases desde que son pequeños, para que logren cosas. Sin embargo olvidamos que para obtener logros hay un proceso que inevitablemente necesita de tiempo. Para los niños mientras más pequeños son, por el contrario de los adultos,  el logro es lo menos importante, éste es la consecuencia de un proceso que viven y disfrutan y que muchas veces los adultos buscamos apresurar sin tener en cuenta que los resultados pueden ser contraproducentes. Hay que acordarnos siempre que mientras los adultos vivimos enfocados en los logros futuros, los niños viven el presente, o sea el proceso.

Imagen de Citabebe
El juego para el niño, no tiene nada de juego, es un asunto muy serio y es además la mejor forma de aprender. Si nos tomamos el tiempo de observar con atención a nuestros niños, nos daremos cuenta de que aprenden muchísimas cosas sin que nadie se las enseñe, y entonces nos preguntamos ¿pero cómo sabe eso si nadie se lo ha enseñado? De seguro lo ha hecho en su tiempo de juego. Los aprendizajes más profundos se dan mediante el descubrimiento y la exploración, que en el caso de los niños es gran parte del juego.

A veces los adultos tenemos una tendencia casi automática a sentir que tenemos que enseñarles cosas a nuestros hijos, que tenemos que explicarles el mundo y los objetos constantemente y no les permitimos descubrirlos a su ritmo, en parte porque para permitírselo hay que esperar y en un mundo tan acelerado como el de hoy por momentos pareciera que hemos perdido la capacidad para esperar. Hagamos un simple ejercicio: Démosle un objeto a un niño que sea desconocido para él, no le expliquemos nada, démosle el tiempo de que lo vaya explorando y descubriendo solo y observemos. Si tenemos la calma y la tolerancia para hacerlo, nos daremos cuenta que la cantidad de tiempo que el niño se queda entretenido e interesado por el objeto es mucho mayor que si se lo explicamos y le decimos para qué sirve.

Los niños disfrutan desde bebés descubriendo solos, creando sus propios juegos, sin que nadie les diga cómo son las cosas, para qué sirven, cómo deben de usarse o por último, cómo deben jugar. Nadie sabe mejor acerca de su juego que ellos mismos. Si nos ponemos a pensar que el juego es el vehículo por excelencia del niño para conectarse con su mundo interno, entonces, ¿lo natural no sería que ellos dirijan su propio juego? ¿que jueguen a lo que su creatividad les dicte y a lo que ellos necesiten jugar? y ¿que los adultos, mas bien tomemos un poco de distancia y dejemos de dirigirles el juego siempre, que dejemos de jugarles todo el tiempo? Al tener un adulto que está permanentemente entreteniéndolos les estamos truncando la posibilidad de aprender a usar su propia cabeza, de desarrollar sus propios recursos y su creatividad. Por eso, cuando un niño está jugando, están pasando cosas tan importantes dentro suyo que vale la pena no interrumpirlo, es un tiempo privilegiado y un aprendizaje que se llevará para el resto de su vida, por eso cuando decimos que "el juego es un asunto muy serio" es muy en serio!


Imagen de Soledad Hott
Sin duda, muchas veces lo hijos piden y necesitan jugar con sus padres y entonces, este se convierte en un momento muy importante de encuentro para ambos, de disfrute e intercambio mutuo que enriquece la relación y los recarga. Hay adultos a los que les resulta más fácil conectarse con el juego, hay otros que les cuesta más, pero vale la pena hacer una pausa y darse el tiempo para hacerlo ya que este, también es un momento de encuentro privilegiado con nuestros hijos donde ellos nos hablan de sí mismos y nos expresan muchas cosas que a veces no encuentran otra forma de expresar y donde. Finalmente, padres e hijos se quedan recargados el uno del otro. Sin embargo, esto no quiere decir que el niño necesite tener a un adulto que lo entretenga todo el tiempo, una cosa no es excluyente de la otra.

Quizá valga la pena que los padres hagamos una pausa y re distribuyamos el tiempo de juego de y con nuestros hijos en el lugar que realmente le corresponde, y así como no permitimos que falten al nido o al colegio, tampoco tendríamos que permitir que el tiempo libre que tienen en el día para jugar se vea interrumpido por nada. Vale la pena que tengamos siempre en cuenta que la televisión, la tablet, el ipad o el teléfono, no reemplazan el juego activo de ninguna manera, solamente dejan sus mentes suspendidas "colgadas" a la espera de un tiempo para seguir elaborando sus propias cosas, para seguir jugando.


Minosha Casabonne
Psicóloga y Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres 




¿Y si no me quiere?

Una mamá le dice a su hijo "ahhh no, cuando te portas así no te quiero", "niño malo" "no se llora", "no hay que tener miedo". Muchas veces criamos a nuestros hijos con el mensaje de que la única forma de ser queridos y aceptados es siendo buenos, perfectos, complacientes y sonrientes. Rechazamos o inhibimos sus expresiones de rabia, tristeza, miedo y desacuerdo con nuestra actitud y comentarios desaprobatorios.

Ellos crecen complaciendo a todos, siendo los niños perfectos, siempre adaptados, sin quejas ni protestas. Pero.... ¿Acaso no es natural y saludable que un niño proteste cuando se siente mal? ¿O que exprese su desacuerdo cuando algo no le gusta? ¿Está mal que llore? Si siente miedo o vergüenza frente a algo o alguien ¿por qué tiene que inhibir estos sentimientos?

Imagen de Campus México
Para un niño el temor y la angustia de perder el amor de sus padres lo puede llevar por muchos caminos y uno de ellos es la sobreadaptación. Renunciando así a una parte fundamental de sí mismo, ¡quién realmente es!. Es algo así como: "Para que no me dejes de querer me convierto en quién tu quieres que sea".



Estos niños luego crecerán y se convertirán en adolescentes que aprendieron que la única forma de ser queridos es complaciendo a los otros y renunciando a sus deseos, sus afectos, sus anhelos, sus sueños, sus necesidades; renunciando a sí mismos. Pero acaso ¿Esto no genera una gran desorientación interna, angustia y vacío en las relaciones?¿Es posible luego entablar relaciones sólidas y consistentes de ésta manera?


El peligro no es sólo este, el peligro más inmediato que nos prende la luz de alerta a los padres, es que cuando nuestros niños lleguen a la adolescencia se pongan en riesgo por no ser rechazados, por no decir que ¡NO!. Que hayan aprendido que la rabia, la  tristeza y el miedo son emociones "negativas", y entonces busquen adormecerlas o escapar de ellas para no sentirlas.

Los aprendizajes en la infancia se realizan dentro del vínculo con un otro, en especial con los padres. En ese sentido quizá lo mejor que les podemos ofrecer a nuestros hijos es que ellos sepan que los queremos tal cual son y que sus afectos son acogidos y reconocidos por nosotros sean estos los que sean. No hay sentimientos "negativos", todos lo sentimiento son parte de la vida, nos guste o no...

Y finalmente ¿es posible vivir con libertad siendo siempre quienes los otros esperan que seamos? Difícilmente.....

Minosha Casabonne 
Psicóloga y Psicoterapeuta 
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres