martes, 25 de marzo de 2014

Mi hijo no sabe perder


¿Todos somos ganadores? Pensando en la competencia y la frustración en los niños


Imagen de tuhijo.com
Los niños, a partir de los 4 o 5 años, como parte de su desarrollo, empiezan a interesarse más por los juegos de competencia que los puede llevar a compararse con los otros en diferentes aspectos: “Mi espada es más grande”; “Yo soy la más alta de mi clase”; “Yo puedo correr más rápido que Fulanito”. Por su parte, hay muchos padres (y otros cuidadores) que comparan a sus niños: quién caminó o habló antes, quién ya duerme toda la noche, quién dejó el pañal antes, quién va a más clases, etc. En los nidos y colegios se valora mucho el rendimiento académico y deportivo. Por otro lado, actualmente vemos una tendencia que busca evitar la frustración y las comparaciones diciendo que “todos somos ganadores” o que “lo importante es participar”. Pero ¿no es esto un poco confuso?A lo largo de la vida, las personas tenemos logros y fracasos, aciertos y equivocaciones. A veces, los padres pensamos que dejar ganar a nuestros hijos o hacer las cosas por ellos son formas de protegerlos. La realidad es que evitarles la frustración (o frustrarlos en exceso) no los prepara para lidiar con ella más adelante. La frustración es parte de la vida y la mejor forma de aprender a manejarla es viviéndola en pequeñas dosis.

Nuestros hijos aprenden del mundo y de cómo relacionarse con los otros a través del vínculo con nosotros. Si, por ejemplo, vivimos exigiéndonos y exigiéndoles es muy probable que ellos sean iguales consigo mismos y con el resto. En ese caso podría suceder que enfrentarse a un fracaso o un resultado adverso les haga sentir incompetentes, o bien, pensar que alguien ha hecho trampa. ¿Cómo ayudarlos a entender y aprender de la experiencia? Siendo empáticos, hablando de cómo hay cosas que nos van a salir mejor porque somos más hábiles, o tuvimos más suerte, por ejemplo, y que el hecho de que no ganemos o seamos los mejores en algo no significa que seamos malos o los peores. Finalmente, hay casos en los que uno puede mejorar o ganar (o no) y es posible que si otro es mejor que nosotros en algo podamos alegrarnos por el otro y con el otro. ¿Cuál es su experiencia?

Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica – Máster en Trabajo Clínico y Salud Mental
Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres

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