miércoles, 22 de enero de 2014

¿Cómo influyen los padres en el autoestima de sus hijos?


Criar hijos es una labor maravillosa, enriquecedora, sorprendente pero, por momentos, también es muy difícil, frustrante y agotadora. Si bien se suele decir que los hijos deberían venir con un manual de instrucciones, la realidad es que felizmente no lo hacen porque no hay una única receta que sirva para todos. Cada niño es único así como cada padre y madre son únicos y diferentes. Información sobre cómo educar a los hijos hay mucha y diversa. De hecho, hay para todos los gustos pero a veces puede llegar a ser confuso saber qué hacer ante una situación determinada, y qué elegir de toda la variedad de libros, webs que existen o consejos y recomendaciones que se reciben. Lo que sí es claro es que las experiencias que vivan los hijos con sus padres influirán en la forma en que se relacionen con ellos mismos, con las personas y con la vida. Por ello es muy importante pensar bien en lo que hacemos y por qué lo hacemos. No se trata de ser los padres perfectos. Se trata de ser humanos que hacen lo mejor posible, que dudan y se pueden equivocar, pero que también aciertan y se felicitan por ello. Lo más importante es involucrarse, estar con los hijos. Estar supone vincularse con ellos, jugar con ellos un rato y dejarse llevar por lo que ellos proponen; respetarlos como seres diferentes de nosotros, con ritmos y procesos particulares.

Imagen de Revista Carrusel
Un tema del que se habla mucho y que puede preocupar a los padres es el autoestima. Se suele decir que se espera que los hijos crezcan con una “buena” autoestima para que puedan ser felices, exitosos. Pero ¿qué es el autoestima? Es la percepción evaluativa de uno mismo. Incluye sentimientos, pensamientos y evaluaciones respecto de nuestra manera de ser y de comportarnos. Si bien todos nacemos con un temperamento predeterminado, a lo largo de nuestro desarrollo las experiencias y percepciones que tenemos pueden influir en nuestra autoestima, para bien o para mal, haciendo que cambie o se reajuste.

En términos generales, un niño con un autoestima sana tendrá mayor capacidad para manejar los conflictos y dificultades que se le presenten, será más realista y optimista respecto a lo que puede o no hacer, y podrá disfrutar más de lo que hace. Por otra parte, un niño con un autoestima baja puede mostrarse más pasivo, sentir ansiedad y frustración ante los retos pensando que no va a poder o que no es suficientemente bueno. Ello lo llevaría a depender más del resto.

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Se puede pensar que el autoestima tiene que ver con decirle al hijo lo bien que hace las cosas o lo atractivo que es. La seguridad y la confianza en uno mismo se van desarrollando no solo por los comentarios positivos sino por la vivencia de ser querido, cuidado, acompañado y acogido. Un niño que puede expresar lo que siente y que es atendido y escuchado probablemente será más asertivo a medida que crezca. Un niño que puede explorar dentro de un entorno seguro podrá ser curioso y aprender acerca de sus habilidades y capacidades si sabe que hay alguien que lo cuida pero que no estará todo el tiempo diciéndole “te vas a caer” o “te vas a golpear”. Un niño que juega solo en algunos momentos podrá desarrollar su creatividad y usar su imaginación.

Los padres y cuidadores debemos saber que la forma en que nos vinculamos con nuestros niños, cómo les hablamos, cómo acogemos sus protestas o cómo les ponemos los límites sientan las bases de cómo lo harán ellos luego. Hay cosas que no se pueden enseñar, hay cosas que se aprenden a través de la experiencia. La forma en que los niños se lanzan al mundo tiene que ver con cómo sus padres se lo mostraron y lo vivieron con ellos. Recordemos algo, “la niñez no es el momento en que nos preparamos para vivir, la niñez es parte de la vida” (Professor T. Ripaldi).

Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica – Máster en Trabajo Clínico y Salud Mental
Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres

Artículo publicado en la Revista Dientes de Leche Edición 2 (2013) pp.29

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