A lo largo de su
desarrollo, los niños van aprendiendo acerca de la frustración y los límites, a
través de las experiencias que viven y en el vínculo con sus padres. No se
trata de un proceso fácil ni que se aprende a la primera. Por ello, necesitan
que sus padres tengan mucha paciencia y que no piensen que están manipulando o
que son unos malcriados. Los niños, al probar los límites o portarse “mal”
están comunicando algo. La forma en que los adultos que los cuidan reaccionan
frente a esto influye de manera importante en qué harán o sentirán ellos luego.
Si los padres pierden la calma y gritan será más difícil que sus hijos puedan entenderlos
y se comuniquen de otra manera.
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¿Qué hacer? La
clave, en muchos casos, es la prevención.
Por ejemplo, si estamos en el parque y ya nos tenemos que ir le avisamos al
niño que en x minutos nos iremos. Se le va avisando conforme va quedando menos
tiempo. Esto le permite sentir que tiene cierto control sobre lo que pasa y no
que el adulto interrumpe de pronto su actividad. Pensemos que para un niño sus
actividades son muy importantes.
¿Qué pasa si a
pesar de avisarles no se quieren ir del parque? Debemos reconocer la validez de
lo que sienten: no quieren dejar de jugar. Sin embargo, hay algo que se tiene
que hacer: regresar a la casa. Aquí es cuando la empatía y la firmeza amorosa
(ojo, no agresiva) entran en juego. “Fulanita, entiendo que no te quieras ir
porque te estás divirtiendo, pero ya va a ser hora de comer. ¿Quieres que te
cargue o vamos caminando?”. Se le explica al niño lo que se espera de él y, si
se puede, se le da la posibilidad de elegir algo.
Hay situaciones
en donde es posible ser flexibles y negociar, pero hay otras que no son
negociables. En estos casos lo que suele funcionar es que los padres estén muy
seguros y convencidos para que puedan transmitir su mensaje con firmeza. Lo
principal es que los niños sientan que, por encima de todo, sus papás se
preocupan por ellos y los están cuidando. Los gritos de los adultos, muchas
veces asustan más y pueden tener un efecto contrario al que se quiere. Ser
firmes no quiere decir gritar, ¿está claro?
Mg. Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica
Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres
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