Actualmente se
escucha a padres que están preocupados por la socialización de sus niños desde
que son muy chiquitos. Si bien la socialización es parte del proceso de
desarrollo en el cual los adultos podemos influir de una u otra manera, no
olvidemos que cada uno es diferente en su forma de aproximarse a las
experiencias. Todos venimos al mundo con ciertas características
predeterminadas genéticamente, y hay otros rasgos de la personalidad que se
desarrollan de acuerdo al entorno en el que vivimos y a los vínculos que vamos
estableciendo con nuestros padres y cuidadores. Hay niños extrovertidos, otros
introvertidos, unos que se lanzan a explorar desde un primer momento y otros
que necesitan un poco más de tiempo. Esto mismo se aplica a la socialización. Ciertos
niños pueden tener muchos amigos y otros tienen pocos.
![]() |
Imagen de Sevilla.com |
Algunos padres se
inquietan si su hijo, aparentemente, tiene un solo amigo pero ¿qué quiere decir
esto? ¿Que solo quiere jugar con un niño y no con los demás? ¿Que los demás lo
rechazan? ¿Que tiene pocas habilidades sociales? ¿Que él rechaza al resto? Una
manera de intentar entender qué puede estar pasando es observar al niño cuando
está con otros niños (por ejemplo, en el parque, en un santo, en casa de otros
niños), preguntarle a la profesora del nido o del colegio cómo lo ve en la clase
y en el recreo. Podemos preguntarle a nuestro hijo, mientras conversamos acerca
de cómo le fue en el día, con quién le gusta jugar, y si quiere invitar a
alguien a la casa. Puede ser que tenga preferencia por un amigo o amiga en
particular, lo cual es algo que se debe respetar si es que no está impidiendo
que se relacione con otros niños y niñas de manera natural. Podemos, también,
proponerle invitar a otros compañeros de clase. Lo importante es no forzarlo a
hacer algo que no quiere o para lo que, quizás, aun no está preparado.
Ahora bien, también
cabe voltear la mirada hacia nosotros mismos como padres y preguntarnos si
somos de muchos o pocos amigos, y si nos cuesta o no acercarnos a las personas.
Tengamos en cuenta que los niños aprenden de las relaciones entre las personas a
partir de cómo es el vínculo con sus padres y cómo observan a estos
relacionarse con los demás.
Finalmente,
observemos y abramos espacios de comunicación con nuestros hijos. Si los
notamos angustiados o retraídos indaguemos qué puede estarles pasando; de lo
contrario, quizás solo necesiten que confiemos más en ellos y en sus recursos.
Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica - Máster en Trabajo Clínico y Salud Mental
Miembro fundador de Acunnare. Espacio para Padres
No hay comentarios:
Publicar un comentario