martes, 28 de octubre de 2014

Sabemos más de lo que creemos


En los últimos años se ha investigado mucho sobre crianza y se tiene mucha información sobre el desarrollo general de los niños. Siempre es importante estar informado y tener un conocimiento práctico para poder entender cómo se sienten los pequeños en determinadas situaciones o cómo afrontar con ellos ciertos hitos en su desarrollo. Sin embargo, si bien toda esta literatura, relativamente nueva, nos ha iluminado y nos ha servido de mucho, puede también estar jugando en nuestra contra.

Imagen de www.zoomnews.es
¿Quizá los padres de hoy confiamos ciegamente en lo que dicen los libros que se “debe” hacer? Olvidando, entonces, que estos son solo un referente, una pauta para elaborar un camino que es único para cada uno. Al fin y al cabo, los libros tienen mucha información sobre los niños, pero, ¿cuánta información tienen sobre nuestro niño, en especial?

Si intentamos seguir estas pautas al pie de la letra, es probable que ante una situación nueva en la que debemos actuar de forma inmediata, sintamos angustia si es que no sabemos o no recordamos exactamente qué “debemos” hacer. Esto puede llegar a privarnos de gozar de nuevas experiencias con nuestros hijos o puede hacernos desconfiar de nosotros mismos, pensando que si la información no sale de un libro, entonces no existe. La realidad es que la mayor cantidad de información la tenemos nosotros; los libros son solo la herramienta para aprender a usarla. Así, la próxima vez que estemos en una duda, en lugar de pensar qué decía tal libro o qué nos recomendó tal persona, confiemos en nosotros. Sabemos más de lo que creemos.

Talía Zamorano

Acunnare. Espacio para Padres

jueves, 23 de octubre de 2014

¿Estamos enfermando a la infancia?

Imagen de clearsantodomingo.wordpress.com
La aventura de la paternidad nos enfrenta con diferentes momentos a lo largo del desarrollo de los hijos en los cuales nos quedamos sorprendidos con sus frases “de grandes”, con sus preguntas curiosas, con sus travesuras, experimentos y logros; o bien, desconcertados con sus protestas y las diferentes formas que tienen de mostrar su desacuerdo o que algo les pasa; y más. Y en todo este camino, puede pasar que haya momentos en los que no sepamos bien si lo que hacen o comunican, o lo que dejan de hacer o comunicar, son aspectos propios de su desarrollo, o si es algo que requiere de una mirada profesional.

Actualmente vivimos en un mundo en donde, si bien se habla mucho de la importancia de la individualidad y la diferencia, en el fondo pareciera que el mensaje es que uno se debe adecuar a los estándares establecidos. Cualquier cosa que se salga de la norma requeriría de una intervención casi inmediata. Y quienes tienden a ser señalados dentro de todo esto suelen ser los niños por ser más vulnerables y ¿libres? de mostrarse como son. Por ello encontramos que hay colegios, o incluso nidos, que recomiendan evaluaciones, terapias y clases de diferentes tipos. Pero por ejemplo ¿que un niño sea “movido” a los 3 años quiere decir que es hiperactivo?

Quizás, cabría detenernos un momento para mirar a nuestro hijo y pensar qué le puede estar pasando. Abrir espacios de comunicación con él para saber cómo se siente. Y luego, preguntarnos si aquello que pasa con nuestro niño puede tener que ver con algo que está pasando en casa, con nosotros como padres, con la familia, con el nido o colegio. Puede haber muchas razones. Quizás esperamos mucho de ellos para la edad que tienen, pensamos que tenemos que ser tan firmes al poner límites que acabamos por ser autoritarios, o nos preocupa tanto que nos dejen de querer que no somos suficientemente firmes y consistentes en las cosas que hacemos y les decimos, o puede pasar que nuestras expectativas e ilusiones no nos permiten ver al niño como es en realidad.

Pensemos, también, cómo éramos nosotros de niños, cómo eran nuestros padres y profesores con nosotros. Recordamos ¿cómo nos sentíamos? ¿qué decían acerca de nosotros (ej. “yo era terrible!!”, “yo era buenísimo”, etc.)? Puede ser que a lo largo del tiempo, las exigencias y responsabilidades de la vida, hayamos olvidado cómo éramos nosotros mismos de chicos…con nuestras características, ritmos e intensidades…si nos sentíamos incomprendidos a veces, solos, sintiendo muchas cosas diferentes, si buscábamos que nos miren, si nos sentíamos valorados, escuchados, acogidos, etc. Recordar esto puede ayudarnos, quizás, a ponernos en los zapatos de nuestros hijos y entender un poco más lo que sienten y hacen.

A veces, pasa que en esta duda acerca de si lo que observamos en los niños es “normal” o no, nos angustiamos o dejamos de prestar atención a lo que está pasando realmente. Por ello es necesario voltear hacia nosotros mismos y preguntarnos si estamos pudiendo mirar a nuestro hijo desde su propia individualidad y necesidades, o bien, si nuestras expectativas, ilusiones y deseos están influyendo más de lo que hubiéramos esperado.

 “El sufrimiento infantil suele ser desestimado por los adultos y muchas veces se ubica la patología allí donde hay funcionamientos que molestan dejando a un lado lo que el niño siente. Es frecuente así que se ubiquen como patológicas conductas que corresponden a momentos en el desarrollo infantil, mientras se resta trascendencia a otras que implican un fuerte malestar para el niño mismo.” Beatriz Janin, psicoanalista argentina (2012)

Mg. Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica – Máster en Trabajo Clínico y Salud Mental

Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres

miércoles, 15 de octubre de 2014

¿Porqué son tan importantes los tres primeros años?


Imagen de suhijo.com 
Impulsos, límites, frustración, tolerancia, contención, empatía, autoestima, amor. Los primeros tres años son sumamente importantes en el desarrollo mental del ser humano ya que es durante esta etapa que los niños comienzan a construir, en base al vínculo que tienen con sus padres, la manera en que se relacionarán con las personas, con la vida y, sobre todo, consigo mismos a lo largo de toda su vida. En estos años nuestros hijos van aprendiendo a tolerar la frustración, a contener sus impulsos, a negociar entre sus deseos y la realidad y a elaborar la separación con su madre.

Durante esta etapa se construyen, en buena parte, las bases de quiénes son y cómo se ven a sí mismos, en base a cómo se sienten tratados, mirados y sentidos por sus padres.


Por este motivo nuestra presencia empática, amorosa y contenedora es de vital importancia, aunque a veces sea complejo ya que estos años son, no por casualidad, los más demandantes en la crianza de los pequeños.

Minosha Casabonne
Psicóloga - Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres

martes, 7 de octubre de 2014

Las vacaciones y los límites

Muchos niños están de vacaciones y puede que algunas familias decidan aprovechar estos días para salir de la ciudad. Qué necesario resulta darse estos espacios en donde las rutinas cambian un poco, se pasa más tiempo juntos, hay otras actividades en las cuales disfrutar, relajarse…
 
Pero ¿qué pasa cuando se acaban las vacaciones? Hay padres que se preguntan por qué a sus hijos les cuesta retomar las rutinas, dormir toda la noche, no pasarse a su cama, comer como antes, despertarse temprano, etc. Pensemos en lo que pasa durante las vacaciones: las horas de comer quizás varían un poco, la comida es diferente, la hora de dormir puede extenderse algunas veces, se comparte cuarto y, quizás, la cama con los padres, entre otras cosas.

Si tenemos en cuenta que volver a la rutina de trabajo y demás actividades pueden ser difíciles para algunos adultos al acabar las vacaciones, tiene sentido que para los niños también lo sean. Los niños, por lo general, no son quienes deciden acerca de los cambios, ellos deben aceptarlos y acomodarse (o no). ¿Cómo ayudarlos, entonces, a que volver a la rutina no sea tan trabajoso? Una idea que podría servir es que si vamos a compartir el cuarto pedir una cama extra para los niños. Y si son muy chiquitos, un colchón en el piso rodeado de almohadas puede funcionar bien. Esto mantiene un cierto límite que ya viene desde la casa.

Imagen de vidayfamilia.univision.com

Pensemos en lo confuso que puede ser para un niño que siempre duerme en su cuarto y en su cama que de pronto se va de viaje o de paseo y duerme en el mismo cuarto o en la misma cama que sus papás. Lo más probable es que al volver a casa quiera seguir haciéndolo. Y si se pasó el viaje comiendo papas fritas, o durmiendo tarde quizás quiera seguir igual. Por ello lo importante es que, si se pueden mantener ciertos límites, que se mantengan sabiendo que tampoco se trata de ser rígidos e inflexibles.


Lo que ayuda a los niños es que se les explique que en el viaje algunas cosas son diferentes, pero al volver a casa siguen teniendo su cama, su cuarto, vuelven al colegio, y volverán a comer algo más que papas fritas... Nuestras palabras le permiten a los niños entender poco a poco lo que pasa, para que nuestros actos no los dejen con la sensación de que “ahora sí y ahora no”. Cuando los límites no son muy claros ni consistentes generan inseguridad y necesidad de ser puestos a prueba una y otra vez. Por ello, si hay excepciones (y esto aplica no solo para las vacaciones) mencionarlas para que se sepa que son excepciones y no nuevas reglas de juego. Por lo demás, a disfrutar que luego de las vacaciones con paciencia y buen humor las rutinas, poco a poco, volverán a su lugar.      

  

Mg. Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica – Máster en Trabajo Clínico y Salud Mental

Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres