jueves, 18 de diciembre de 2014

¡Las vacaciones llegaron!

Los niños ya están de vacaciones y muchos padres se comienzan a preguntar "y ahora ¿qué va a hacer mi hijo tanto tiempo en casa?" "Tendré que hacerle planes para que no se aburra o matricularlo en clases".

Imagen de www.fotospix.com
De alguna manera, la rutina del colegio y el nido nos da a los padres una cierta tranquilidad de que nuestros hijos están entretenidos y haciendo "algo productivo" mientras nosotros trabajamos, nos ocupamos de la casa o hacemos nuestros quehaceres. Cuando las clases acaban, a veces,  nos inquietamos pensando que los chicos tienen que estar entretenidos para que no estén en casa aburridos. Pareciera que en el acelerado mundo de hoy estamos empezando a pensar que el tiempo libre es "improductivo", que aburrirse es malo y que los chicos tienen que estar permanentemente entretenidos.

Las vacaciones y, en general, el tiempo libre tienen una función muy importante que es darles espacio para jugar y disfrutar sin exigencias. Tiempo para estar consigo mismos y explorar sus gustos, capacidades, dificultades y, por supuesto, aprender a estar solos. Asimismo, del aburrimiento nace la creatividad y éste, lejos de ser un problema, es una oportunidad para que nuestros niños desarrollen la imaginación, la fantasía y sus recursos propios.

Por dónde lo veamos, las vacaciones son necesarias para el desarrollo mental y emocional, así que no nos inquietemos tanto, recordemos que los niños tienen aún mucho que descubrir del mundo, de sí mismos y de la vida y para esto se necesita tiempo, tiempo libre....

Minosha Casabonne
Psicóloga - Psicoterapeuta
Acunnare. Espacio para Padres

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El uso y abuso de la tecnología en la niñez

Imagen de www.sysabe.com

Una escena en un restaurante: Una familia está comiendo y conversando animadamente. A un costado, varios niños pequeños de entre 3 y 6 años están sentados uno al costado del otro, silenciosos, tranquilos…cada uno con su respectivo teléfono, probablemente con algún juego o video. ¿Les resulta familiar?

Esta es una escena cada vez más común. Pensando en cómo puede haber sido en el caso de la mayoría de nosotros cuando éramos niños lo más probable es que muchos hubiéramos estado con algún juguete, dibujando o bien haciendo “alboroto” en el restaurante. Incluso, quién sabe, podríamos haber estado participando (¡¡o intentando!!), de alguna manera, en la conversación de los adultos. 

El contraste entre los adultos conversando y los niños hipnotizados por una pantalla es bastante impactante. Pero, por otro lado, es cierto que cada vez vemos más y más personas que están hipnotizadas también mientras están en un momento que debería ser de intercambio real con otras personas. Se ven parejas que no conversan sino que pueden estar en un restaurante mirando cada uno su teléfono, o abrazados mirando el teléfono de uno de ellos. Padres en el cine o teatro con sus hijos…y con el teléfono también.

Esto puede ser una llamada de atención para todos nosotros (y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra), pero también es una preocupación. Hablamos mucho sobre nuestra preocupación acerca de poner límites a los hijos pero los adultos somos los primeros que debemos ponernos un límite en aspectos como el uso de las pantallas, cuándo usarlas y cuánto usarlas. Si bien éste es un tema que se está hablando con frecuencia quizás es momento de darle la importancia que merece. Pensemos que lo que sembramos en la infancia, el tipo de vínculo que establecemos con nuestros hijos de pequeños es lo replicarán ellos más adelante, con nosotros y con el resto de personas. Si nosotros no podemos “conectarnos” con ellos porque hay un mensaje, mail, like o llamada que parecen más importantes no nos sorprendamos si luego ellos no se pueden “conectar” con nosotros (ni con ellos mismos o los demás) de manera real y significativa. Si luego esos futuros adolescentes no vivirán más pegados a sus pantallas que al contacto real, si las conversaciones acerca de lo que sienten profundamente serán a través de un whatsapp pero con una gran incapacidad para el contacto cara a cara.

Pensemos nuevamente en esos niños tranquilos, obedientes que no fastidian en el restaurante. Que nos sirvan de ejemplo. De repente es una rara ocasión en que usan el teléfono para que sus padres puedan tener un momento de descanso. Pero no deja de impactar que estos niños no estén jugando juntos sino separados…y no porque están en momentos diferentes de desarrollo sino porque cada uno está aislado en una pantalla.

Reflexionemos un poco…No se trata de ser fatalista ni satanizar las pantallas. Se trata de ser conscientes de su uso y abuso.

Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica
Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres

miércoles, 5 de noviembre de 2014

LOS LÍMITES: Un aprendizaje para toda la vida

Se habla mucho de la importancia de los límites para enseñarles a los niños a contener sus impulsos. Sin embargo, muchas veces olvidamos regresar al principio y preguntarnos si nosotros mismos como padres somos capaces de tolerar lo que sentimos o si cuando estamos molestos, tristes o incómodos reaccionamos gritando, tratando mal a las personas, manejando a toda velocidad, etc... Vale la pena preguntarnos: Cuando algo nos frustra, ¿nos molestamos inmediatamente? Cuando nuestro hijo hace una pataleta o no obedece, ¿nos desesperamos y reaccionamos sin pensar? Cuando estamos molestos o hemos tenido un mal día, ¿cómo tratamos a las personas que nos rodean?, ¿somos nosotros mismos impulsivos? El tema de los límites nos lleva a los padres, inevitablemente, a mirarnos a nosotros mismos ya que difícilmente podremos enseñarles a nuestros hijos a parar, a tolerar lo que sienten, si nosotros mismos no sabemos hacerlo.

Imagen de www.besame.fm
Los niños hacen lo que ven en sus padres, y tratan al resto de la misma forma en que ellos se sienten tratados por mamá y papá. Estas serán las formas que ellos aprenderán y se llevarán consigo toda la vida. Para un niño aprender a contener sus impulsos, y aceptar que la realidad no siempre se adapta a sus deseos es un proceso y, como tal, toma tiempo. En el camino habrán protestas, pataletas y desafíos por lo que nuestra compañía, calmada y firme, será la mejor aliada.

Recordemos preguntarnos siempre que le pongamos límites a nuestros hijos ¿estoy siendo coherente entre lo que hago y lo que quiero enseñarle? En este camino de la crianza, las palabras nos quedan cortas. Más bien, son el ejemplo, la vivencia, las formas, los gestos, lo no verbal, lo que tiene un rol fundamental.


Minosha Casabonne
Psicóloga - Psicoterapeuta

Acunnare. Espacio para Padres

martes, 28 de octubre de 2014

Sabemos más de lo que creemos


En los últimos años se ha investigado mucho sobre crianza y se tiene mucha información sobre el desarrollo general de los niños. Siempre es importante estar informado y tener un conocimiento práctico para poder entender cómo se sienten los pequeños en determinadas situaciones o cómo afrontar con ellos ciertos hitos en su desarrollo. Sin embargo, si bien toda esta literatura, relativamente nueva, nos ha iluminado y nos ha servido de mucho, puede también estar jugando en nuestra contra.

Imagen de www.zoomnews.es
¿Quizá los padres de hoy confiamos ciegamente en lo que dicen los libros que se “debe” hacer? Olvidando, entonces, que estos son solo un referente, una pauta para elaborar un camino que es único para cada uno. Al fin y al cabo, los libros tienen mucha información sobre los niños, pero, ¿cuánta información tienen sobre nuestro niño, en especial?

Si intentamos seguir estas pautas al pie de la letra, es probable que ante una situación nueva en la que debemos actuar de forma inmediata, sintamos angustia si es que no sabemos o no recordamos exactamente qué “debemos” hacer. Esto puede llegar a privarnos de gozar de nuevas experiencias con nuestros hijos o puede hacernos desconfiar de nosotros mismos, pensando que si la información no sale de un libro, entonces no existe. La realidad es que la mayor cantidad de información la tenemos nosotros; los libros son solo la herramienta para aprender a usarla. Así, la próxima vez que estemos en una duda, en lugar de pensar qué decía tal libro o qué nos recomendó tal persona, confiemos en nosotros. Sabemos más de lo que creemos.

Talía Zamorano

Acunnare. Espacio para Padres

jueves, 23 de octubre de 2014

¿Estamos enfermando a la infancia?

Imagen de clearsantodomingo.wordpress.com
La aventura de la paternidad nos enfrenta con diferentes momentos a lo largo del desarrollo de los hijos en los cuales nos quedamos sorprendidos con sus frases “de grandes”, con sus preguntas curiosas, con sus travesuras, experimentos y logros; o bien, desconcertados con sus protestas y las diferentes formas que tienen de mostrar su desacuerdo o que algo les pasa; y más. Y en todo este camino, puede pasar que haya momentos en los que no sepamos bien si lo que hacen o comunican, o lo que dejan de hacer o comunicar, son aspectos propios de su desarrollo, o si es algo que requiere de una mirada profesional.

Actualmente vivimos en un mundo en donde, si bien se habla mucho de la importancia de la individualidad y la diferencia, en el fondo pareciera que el mensaje es que uno se debe adecuar a los estándares establecidos. Cualquier cosa que se salga de la norma requeriría de una intervención casi inmediata. Y quienes tienden a ser señalados dentro de todo esto suelen ser los niños por ser más vulnerables y ¿libres? de mostrarse como son. Por ello encontramos que hay colegios, o incluso nidos, que recomiendan evaluaciones, terapias y clases de diferentes tipos. Pero por ejemplo ¿que un niño sea “movido” a los 3 años quiere decir que es hiperactivo?

Quizás, cabría detenernos un momento para mirar a nuestro hijo y pensar qué le puede estar pasando. Abrir espacios de comunicación con él para saber cómo se siente. Y luego, preguntarnos si aquello que pasa con nuestro niño puede tener que ver con algo que está pasando en casa, con nosotros como padres, con la familia, con el nido o colegio. Puede haber muchas razones. Quizás esperamos mucho de ellos para la edad que tienen, pensamos que tenemos que ser tan firmes al poner límites que acabamos por ser autoritarios, o nos preocupa tanto que nos dejen de querer que no somos suficientemente firmes y consistentes en las cosas que hacemos y les decimos, o puede pasar que nuestras expectativas e ilusiones no nos permiten ver al niño como es en realidad.

Pensemos, también, cómo éramos nosotros de niños, cómo eran nuestros padres y profesores con nosotros. Recordamos ¿cómo nos sentíamos? ¿qué decían acerca de nosotros (ej. “yo era terrible!!”, “yo era buenísimo”, etc.)? Puede ser que a lo largo del tiempo, las exigencias y responsabilidades de la vida, hayamos olvidado cómo éramos nosotros mismos de chicos…con nuestras características, ritmos e intensidades…si nos sentíamos incomprendidos a veces, solos, sintiendo muchas cosas diferentes, si buscábamos que nos miren, si nos sentíamos valorados, escuchados, acogidos, etc. Recordar esto puede ayudarnos, quizás, a ponernos en los zapatos de nuestros hijos y entender un poco más lo que sienten y hacen.

A veces, pasa que en esta duda acerca de si lo que observamos en los niños es “normal” o no, nos angustiamos o dejamos de prestar atención a lo que está pasando realmente. Por ello es necesario voltear hacia nosotros mismos y preguntarnos si estamos pudiendo mirar a nuestro hijo desde su propia individualidad y necesidades, o bien, si nuestras expectativas, ilusiones y deseos están influyendo más de lo que hubiéramos esperado.

 “El sufrimiento infantil suele ser desestimado por los adultos y muchas veces se ubica la patología allí donde hay funcionamientos que molestan dejando a un lado lo que el niño siente. Es frecuente así que se ubiquen como patológicas conductas que corresponden a momentos en el desarrollo infantil, mientras se resta trascendencia a otras que implican un fuerte malestar para el niño mismo.” Beatriz Janin, psicoanalista argentina (2012)

Mg. Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica – Máster en Trabajo Clínico y Salud Mental

Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres

miércoles, 15 de octubre de 2014

¿Porqué son tan importantes los tres primeros años?


Imagen de suhijo.com 
Impulsos, límites, frustración, tolerancia, contención, empatía, autoestima, amor. Los primeros tres años son sumamente importantes en el desarrollo mental del ser humano ya que es durante esta etapa que los niños comienzan a construir, en base al vínculo que tienen con sus padres, la manera en que se relacionarán con las personas, con la vida y, sobre todo, consigo mismos a lo largo de toda su vida. En estos años nuestros hijos van aprendiendo a tolerar la frustración, a contener sus impulsos, a negociar entre sus deseos y la realidad y a elaborar la separación con su madre.

Durante esta etapa se construyen, en buena parte, las bases de quiénes son y cómo se ven a sí mismos, en base a cómo se sienten tratados, mirados y sentidos por sus padres.


Por este motivo nuestra presencia empática, amorosa y contenedora es de vital importancia, aunque a veces sea complejo ya que estos años son, no por casualidad, los más demandantes en la crianza de los pequeños.

Minosha Casabonne
Psicóloga - Psicoterapeuta
Miembro Fundador de Acunnare. Espacio para Padres