"Tienes que ser el mejor", "sácate buenas notas", "no falles", "sé ordenado", "cumple con la rutina", "no contestes mal", "sonríe siempre", "sé perfecto".....
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Las personas venimos al mundo con un carácter predeterminado que nos hace únicos y especiales. Sin embargo, a veces los padres podemos volvernos muy exigentes y críticos con nuestros hijos, dándoles el mensaje de que nada es suficiente, y que nuestras expectativas son tan elevadas que serán inalcanzables para ellos. El perfeccionismo y la sobre exigencia generan ansiedad en nuestros niños (que se puede manifestar de diferentes formas) y los deja con el mensaje de que no estamos contentos con quiénes ellos son, les produce inseguridad de sí mismos y dependencia de la opinión de los otros. En ese caso, vale la pena hacer una pausa y preguntarnos ¿estoy mirando a mi hijo como es o como quiero que sea? ¿será que lo estoy mirando bajo el cristal de mis propias carencias?
La crianza no tiene por qué ser una vivencia tan exigente. Puede ser algo mucho más natural y lleno de placer si respetamos la individualidad de nuestros hijos y sus propios ritmos, si confiamos en ellos y los escuchamos un poco más y si recordamos siempre que ellos no vinieron al mundo a cumplir con nuestras expectativas ni a llenar nuestras carencias. Si vivimos la crianza con ésta libertad quizá podamos regalarles una mirada más serena, positiva y generosa de sí mismos.
Minosha Casabonne
Psicóloga / Psicoterapeuta
Acunnare. Espacio para Padres
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