martes, 26 de agosto de 2014

"Mamá, ¿dónde está tu cabeza?"

¿Cuántas veces los padres nos preguntamos qué hacer frente a la inundación de aparatos electrónicos que tienen los niños actualmente? Para hablar de este tema quizá deberíamos empezar por preguntarnos ¿cuánto tiempo de nuestro día pasamos los adultos conectados al iPhone, iPad, computadora, televisión etc? ¿Estamos realmente conectados con nuestros hijos cuando pasamos tiempo con ellos?

Nuestras mentes están cada vez más tomadas por estas pantallas y la capacidad de disfrutar del "estar juntos" sin ser invadidos permanentemente por sus efectos es cada vez menor. Lo cierto es que mientras los adultos no seamos conscientes de ello, será muy difícil poner límites a nuestros hijos y que estos los acepten e interioricen. Aunque a veces pensemos que nuestros niños no notan que estamos mirando nuestro Facebook o respondiendo mensajes de texto mientras "en teoría"  pasamos tiempo juntos, ellos SÍ se dan cuenta. A pesar de que ocasiones ya no protesten, porque quizá asumieron que esto es parte "normal" del "estar" con alguien.

Imagen de: papasymamas.com
¿Cuál es la noción de intimidad que les estamos transmitiendo, si hay un dispositivo que invade permanentemente en nuestros momentos juntos? ¿por qué necesitamos siempre fotografiar y publicar los momentos con ellos? ¿cuál es, entonces, la línea que divide lo público de lo privado?


Nuestros hijos necesitan, a lo largo de su crecimiento, tener padres capaces de prestarles atención cuando pasan tiempo juntos, y esto sólo es posible dejando de lado los diálogos paralelos (chatear, por ejemplo) y las pantallas que interrumpen. Si queremos que ellos aprendan a concentrarse, a escuchar y a pensar, esto solo será posible si es que ellos han sido realmente escuchados y atendidos por sus padres, sin distracciones. Si queremos que aprendan lo que es la intimidad y la diferencia entre lo público y lo privado, quizá tenemos que empezar por hacer una pausa nosotros, dejar nuestros dispositivos de lado y re-evaluar las cosas. Recordemos siempre que antes que las palabras va el ejemplo y que los aprendizajes que nuestros hijos se llevan para toda la vida son por excelencia aquellos que viven en casa con y entre sus padres.


Minosha Casabonne
Psicóloga - Psicoterapeuta

Acunnare. Espacio para Padres

lunes, 18 de agosto de 2014

“¿Cuándo juntamos a los chicos?” Jugar y socializar, jugar a socializar…

Muchas veces se piensa que juntar a niños desde muy chiquitos va a ayudarlos a que aprendan a “socializar”. La idea de “juntar” a los niños es para que jueguen porque, intuitivamente, sabemos que esa es la forma natural que tienen de relacionarse. Sin embargo, la forma en que juegan y se vinculan entre ellos va evolucionando conforme van creciendo.

Antes de los 2 años, los niños tienen un tipo de juego egocéntrico en el que no reconocen al otro como sujeto, lo consideran como un objeto o juguete más al cual explorar. Por ello, vemos a bebes y niños chiquitos jugando solos con sus juguetes o reconociendo su cuerpo. Entre los 2 a 3 años los niños tienen un juego llamado paralelo en el cual pueden estar jugando con otro pero cada uno metido en su propio mundo (aunque puedan estar jugando a lo mismo), con interacción ocasional. Es decir, están “juntos pero no revueltos”. Recién a partir de los 3 a 5 años es que se observa que los niños empiezan a tener un juego colaborador en el que hay una interacción con otros que va siendo mayor conforme van creciendo. Podrían compartir juguetes, inventar juegos e historias. Pero se trata de un proceso normal en el cual el niño poco a poco, reconoce que hay otro separado de él, y necesita haber vivido la experiencia de sentir que el mundo es completamente suyo (la época del ”mío mío”). A partir de esto es que va aprendiendo a compartir y entendiendo que los demás también pueden tener su propio punto de vista, sus propios deseos, sus cosas…su propia existencia.
Imagen de www.decoestilo.com

Tengamos en cuenta que de la etapa del egocentrismo a la del compañerismo hay todo un proceso de desarrollo y maduración por parte del niño que es importante respetar y no forzar. Hay niños que necesitan más tiempo para empezar una interacción con otros (por ej. al llegar a una fiesta infantil). En estos casos, lo que ayuda es que sus papás los acompañen animándolos, quizás, pero no obligándolos. Recordemos que no todos los niños son iguales y que no podemos llevarlos a hacer cosas que quizás a nosotros mismos nos cuesta hacer.

Mg. Marian Alvarez-Calderón
Psicóloga Clínica – Máster en Trabajo Clínico y Salud Mental
Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres

viernes, 8 de agosto de 2014

Esos ratitos que tanto tardan…



Niño: “¿Mami quieres jugar conmigo?”
Mamá: “Un ratito hijito…estoy ocupada, ya voy”. Sigue hablando por teléfono.
Pasa un rato.
Niño: “¿Mami quieres jugar conmigo?”
Mamá: “Gordo te he dicho que en un ratito…”. Está revisando correos.
Pasa más rato.
Niño: “¡¡¡Mamáaaaaa ya pues!!!! ¿Cuándo vas a venir?”
Mamá: “¡¡¡Ya voy!!” Está pensando que su hijo es un desesperado pero ella sigue ocupada.
Luego de un rato…
Mamá: “Fulanito ya nos tenemos que ir, apúrate”.
Niño: “Un ratito…estoy ocupado…”
Mamá: “¿Qué? ¡¿Apúrate!!!” Por fin se acerca a su hijo que está concentrado en su juego, lo levanta y le dice que ya se tienen que ir. El niño se pone a llorar. La mamá se está preguntando qué le pasa a su hijo. No entiende.



Los adultos suelen tener muchas cosas qué hacer y, algunas veces, les parece que son tan urgentes e importantes que no pueden esperar “un ratito”. Ocurre entonces que luego no entienden qué pasa con sus hijos cuando les piden algo y estos no hacen caso o les responden con las mismas palabras de los adultos. Recordemos que los niños aprenden a partir de lo que observan en sus padres y adultos significativos, así como de lo que viven en el vínculo con ellos (por ello es un tema que repetimos con tanta frecuencia). Si la mayoría de veces que los niños piden algo de sus padres la respuesta es “un  ratito” y ese “ratito” no es chiquito sino largo o inacabable entonces no es de sorprender que luego los chicos se demoren también en hacer lo que se les pide: estar listos para salir, ir a comer, a bañarse, a ordenar sus juguetes, etc.

Cada niño (¡¡y cada adulto!!) tiene sus propios ritmos para hacer las cosas. Algunos podrían necesitar un poco más de tiempo que otros para hacer algo que les pedimos. Aunque esto es algo a tener en cuenta siempre, pensemos en lo importante y necesaria que es la coherencia entre lo que hacemos y decimos. Si a un niño se le dice “luego”, “después”, “más tarde” o “en un ratito” que se cumpla. Puede que por ser chiquitos no tengan una noción clara del tiempo pero sí se dan cuenta de que los ratitos no son eternos, “ya pues mamáaaaaa!!!”

Mg. Marian Alvarez-Calderón

Psicóloga Clínica – Máster en Trabajo Clínico y Salud Mental

Miembro fundador de Acunnare Espacio para Padres