Se habla mucho de la importancia de los límites para
enseñarles a los niños a contener sus impulsos. Sin embargo, muchas veces
olvidamos regresar al principio y preguntarnos si nosotros mismos como padres
somos capaces de tolerar lo que sentimos o si cuando estamos molestos, tristes
o incómodos reaccionamos gritando, tratando mal a las personas, manejando a
toda velocidad, etc... Vale la pena preguntarnos: Cuando algo nos frustra, ¿nos
molestamos inmediatamente? Cuando nuestro hijo hace una pataleta o no obedece, ¿nos desesperamos y reaccionamos sin pensar? Cuando estamos molestos o hemos
tenido un mal día, ¿cómo tratamos a las personas que nos rodean?, ¿somos
nosotros mismos impulsivos? El tema de los límites nos lleva a los padres,
inevitablemente, a mirarnos a nosotros mismos ya que difícilmente podremos
enseñarles a nuestros hijos a parar, a tolerar lo que sienten, si nosotros
mismos no sabemos hacerlo.
Imagen de |
Los niños hacen lo que ven en sus padres, y tratan al resto
de la misma forma en que ellos se sienten tratados por mamá y papá. Estas serán
las formas que ellos aprenderán y se llevarán consigo toda la vida. Para un
niño aprender a contener sus impulsos, y aceptar que la realidad no siempre se
adapta a sus deseos es un proceso y, como tal, toma tiempo. En el camino habrán
protestas, pataletas y desafíos por lo que nuestra compañía, calmada y firme, será la mejor aliada.
Recordemos preguntarnos siempre que le pongamos límites a
nuestros hijos ¿estoy siendo coherente entre lo que hago y lo que quiero enseñarle?
En este camino de la crianza, las palabras nos quedan cortas. Más bien, son el
ejemplo, la vivencia, las formas, los gestos, lo no verbal, lo que tiene un
rol fundamental.
Minosha Casabonne
Psicóloga -
Psicoterapeuta
Acunnare. Espacio para Padres